Mitología goliciana

Ricarfort (en griego PεLστuΔσ Fσrrσ) era un joven conocido por su gran belleza y talento. Acerca de su mito perduran varias versiones.  Según una de ellas, tanto doncellas como efebos se enamoraban de Ricarfort a causa de su hermosura, mas él rechazaba sus insinuaciones para dedicarse al baile y al canto.
Entre las jóvenes heridas por su amor estaba la ninfa Zulma, la loba, quien había disgustado a Mirtha (diosa de los almuerzos y entremeses) por cantar todo el tiempo:
Un día en crónica la Zulma apareció
y a miles de persona encanto llego
no crean
que solo por
esta ocasión
hay Zulma para rato al Maipo yo voy

y por ello ésta le había condenado a tener un ojo virolo y a repetir las últimas palabras de aquello que se le dijera.
Zulma, la loba fue, por tanto, incapaz de hablarle a Ricarfort de su amor, pero un día, cuando él estaba caminando por los pasillos de un canal, acabó apartándose de sus compañeros.
Cuando él preguntó «¿Hay alguien aquí?», Zulma contenta respondió: «Aquí, aquí».
Nuevamente él gritó «I know you want me» y la nifa respondió «mí, mí».
Incapaz de verla oculta entre los decorados, Ricarfort le gritó: «¡Ven!». Después de responder: «Ven, ven», Zulma, la loba salió de entre los árboles con los brazos abiertos.
Ricarfort cruelmente se negó a aceptar su amor, por lo que la ninfa, desolada, se ocultó en una cueva y allí se consumió viendo el programa de Anabella Ascar hasta que solo quedó su peluca.
Para castigar a Ricarfort, Tinellis, el dios de la tv chatarra, hizo que se enamorara de su propia imagen reflejada en la fuente de Lola Mora. En una contemplación absorta, incapaz de apartarse de su imagen, acabó arrojándose a las aguas. En el sitio donde su cuerpo había caído, creció un hermoso sorete, que hizo honor al nombre y la memoria de Ricarfort.