En una villa del conurbano, vivía un viudo con su pequeña hija.
Cansado de lavar ropa y autotocarse las partes, se casa con una viuda, la cual tenía 3 hijas bastantes fuleras. Poco después, el viudo muere en circunstancias dudosas.
A partir de ese momento, la vida se transformó en un infierno para la pequeña huerfanita, ya que su madrastra y sus hermanastras la obligaban a realizar todos los quehaceres domésticos, vender estampitas en la cola de San Cayetano y robar carbón de los trenes que pasaban; de ahí su apodo, "
Carbonera".
El puntero político del barrio, deseoso de tener descendencia, organizó una fiesta, con el objeto de que su hijo, apodado "
Príncipe", un tarambana, se case y siente cabeza.
Todas las minitas se tiran el ropero encima y parten para la "
rave". Todas menos nuestra heroína, encerrada en la letrina por su madrastra.
Acertó a pasar por el rancho "
Doña Loli", conocida madama travesti y abortera.
Doña Loli (anteriormente Rubén López) ofreció a la niña pilcha, bijuteri, la llevó a la peluquería del trolo Giancarlo y le prestó un Chevy con fercho.
Hecha un pimpollo, Carbonera ingresa en la fiesta y encandila al príncipe. Bailan cumbia, hip-hop y cuartetaso. Pero a las 12 o'clock, Carbonera recuerda que Doña Loli necesitaba la pilcha y el Chevy, y raja, dejando una zapatilla Naik en la escalera.
Príncipe encara al otro día la búsqueda de la poseedora de la zapatilla.
Todas las perras del reino se prueban el timbo, pero solo a Carbonera le queda bien, porque la misma tiene pie cabo-convexo.
Felices, se casan y Doña Loli adquiere el monopolio de putas y putos en el barrio.