Mitología goliciana

Remontémonos a la Antigüedad antigüa, cuando los grecios andaban de acá para allá, medio en bolas, y retozaban con ninfas, cíclopes y centauros.

Bifonazol era un apuesto efebo, de belleza sin igual, hijo de Perimido, Gran Chicote de Babucha.
Cuando llegó a la edad adulta (en ese entonces, los 16 años, no los 35 como ahora...), su padre lo conminó a buscarse una novia con las siguientes palabras:
- ¡Loco, quiero nietos, buscate una minusa!

Accedió el gallardo Bifonazol a las súplicas paternas y para tal fin, se organizó un ágape en palacio. Fueron cursadas invitaciones a los tiranos, exarcas y reyezuelos vecinos que tuviesen hijas solteras para que las manden a Babucha, para poder así Bifonazol elegir a una de ellas.

Llegó el gran día y todos se congregaron en palacio. Bueno, todos no, el populacho no entró, claro.
Sin embargo, una grácil y audaz jovencita, hija de un buhonero y una comadrona, de larga cabellera y abundantes senos, logro escabullirse a la Sala Real donde se realizaba el sarao.
Cuando Micosis (así se llamaba la grácil y audaz jovencita, hija de un buhonero y una comadrona, de larga cabellera y abundantes senos) y Bifonazol cruzaron sus miradas, quedaron prendados uno del otro, ipso facto.

Bailaron distintos ritmos en boga por aquel entonces, la balandra y la gobelina, el pespucio y el aljibe, hasta que llegó el gran momento y Bifonazol, llevando de la mano a Micosis, se la presentó a sus padres.
¡Para que! La que se armó cuando Perimido se enteró del humilde origen de la muchacha.
-¡Para esto te crié, para que te quieras casar con cualquier cabecita negra! ¡Para esto te garpé los filósofos más fashion de Grecia y te hice tomar clases de esgrima y equitación!

Apesumbrado, el consejero real, hizo reflexionar al joven principesco:
- Casate con una de estas ricas herederas y no jodas. Primero el deber.

Aceptó Bifonazol y despidiose de Micosis, con lágrimas en los ojos, mientras la doncella era retirada del bailongo por dos patovicas reales.

Pero no se quedó tranquila, no señor. Libando goliciana de la buena, imploró a Sebas, el Loado Panzón (¡Sancochado sea su pupo!) y éste contestó a sus plegarias:
-Uuuuuuuuaaaaaaaaaaaaa. ¿Quién hosa despertarne de mi ciesta? ¿Kekerés loca?
-Oh, Supremo Impoluto, deseo que Bifonazol y yo estemos unidos por siempre jamás.
-Puf, echo.

Y así, Su Pestilencia Vesicular Goliciana, eterno niño bromista, convirtió a Micosis a hongo vaginal y a Bifonazol en Empecid.