Fechas

Hay fechas que te sacuden un poco la estantería. Los cumpleaños de personas queridas por ejemplo.
Mirando las fotos del álbum del mostrito, no pude menos que pensar en mis 29 años, tan lejanos, tan ajetreados, ya con dos hijos y una hipoteca, aún con mucho pelo, en medio de uno de los tantos quilombos de nuestro bendito país (Alfonsín->hiperinflación->saqueos->Me#em).
Ya pasaron casi 20 años.
Me acuerdo que trabajaba 16 horas al día, cubriendo a Jorge (¿que será de su vida?). El sueldo no alcanzaba para una bosta y las horas extras me venían muy bien. Llevaba a la Pipi a trabajar conmigo los sábados, para poder estar un poco con ella. Obligaba a mis compañeros a comer en Macgarcha y adquirir la "cajita feliz", para que la nena tuviera más juguetitos. Ir a visitar a la negra y al bebé recién nacido (flaaaco y laaargo) y volver llorando los dos en el 166.
Un año y medio después, nace la colorada, un solcito pelirrojo. Inesperada, sorprendente.
Uno, dos, tres, cuatro años después.
¡Falucho en el jardín de infantes! Siempre movedizo, siempre sonriente, limpiándose los besos de las maestras.
El departamento de Santa Fe. Los paseos al Rosedal. La mostra dice que eramos muy felices en esa época y puede que tuviera razón, al menos más felices que los tiempos que siguieron.
Después (hace diez años) nos mudamos a la casa de Ravignani y las cosas solo empeoraron, en todo sentido. Se pusieron feas, amargas. Afectos quedaron en el camino.
Pero salimos adelante, ellos están grandes, fuertes, lindos, inteligentes. Gozamos de cierta dosis de paz y felicidad como en mucho tiempo no tuvimos. Nos las merecemos.