Llamar a un/a ex
Así como los cigarrillos avisan que fumar es perjudicial para la salud, el celular debería traer una leyenda que diga: "Si bebe, no llame". Con el cerebro atontado por el vodka, creemos que confesarle nuestro amor a un viejo novio o a una compañera de trabajo es un acto de valentía romántica.
Imaginate: "Hoa Jaun, soy Patishia y sha shé que me dijiste que no más llamara pero to extrañi jaun y queiro que sepasmucho que anque nos vimos un vez pienso en vos y queiro tener todos tus bebes, te amo chauuuuuuuuu". Al otro día, tendrás un intenso deseo de mudarse de planeta.
Liberarnos demasiado
Con tres o cuatro copas encima, una puede llegar a pensar que algunas ideas malas en realidad son buenas. Que bailar sin ropa sobre el parlante de un boliche heavy metal es fresco y ocurrente, que hacer un striptease en una fiesta del trabajo es un derroche de sensualidad. El problema viene al otro día, cuando descubrimos un tatuaje tipo "Me la como doblada" o tenemos que volver a la oficina y saludar a todos los que nos vieron sin bombacha bailando temas de Horcas.
Ponernos emocionales
Tipos de borracheras emocionales: la llorona, la cariñosa, la chistosa y la enojada.
A la llorona, por ejemplo, el alcohol la pone melancólica y plañidera. Se acuerda de cuando se murió su hámster Pinki y se pone a llorar como una nena de 4 años.
La cariñosa, en cambio, necesita abrazar y cargosear a todo el mundo "Amiogooo, quero deijir qeu te queiro mucho y ol que pasado pasado, lo imporotante es aimistad de acá (se golpea el pecho), te quero mucho uuuuucho".
También está la graciosa, que repite el mismo comentario tonto como un disco rayado: "¿Vearon la peulca del ombre ashá? Che, ¿veraron al peuluca del ojmbre ash?, ¿vearion al peluco el ombr ese questashá?".
Y, finalmente, está la enojada, que no llora, ni se tira al piso, pero se pone agresiva con el barman porque ya no le sirve más y con el novio porque, según ella, miró a otra tipa.
Tener sexo con alguien, prohibidísimo
Nadie está exento de pecado. Podemos sentir el deseo irrefrenable de acostarnos con el novio/padre/hermana/madre/caniche de una amiga o podemos enamorarnos de nuestro jefe. A veces, las consecuencias son buenas (he conocido parejas de años formadas durante un pedo) o malísimas "¿Por qué tu vieja me mira feo? ¿Por qué vino la policía?"
Arruinar la salida
Vomitar arrodillada en el baño de un boliche o en el auto de tu jefe, perder la cartera, quedarse dormido en cualquier parte, romperse los dientes contra el piso (o contra un puño), o decir cosas de las que no hay retorno son cosas que pueden resultar divertidas diez años después, transformadas en anécdota. A nadie le gusta sostenerle el pelo a una amiga mientras vomita o tener que llamar a tu suegro desde la sala de urgencias de un Hospital, para contarle que la hija está en coma etílico.
Así como los cigarrillos avisan que fumar es perjudicial para la salud, el celular debería traer una leyenda que diga: "Si bebe, no llame". Con el cerebro atontado por el vodka, creemos que confesarle nuestro amor a un viejo novio o a una compañera de trabajo es un acto de valentía romántica.
Imaginate: "Hoa Jaun, soy Patishia y sha shé que me dijiste que no más llamara pero to extrañi jaun y queiro que sepasmucho que anque nos vimos un vez pienso en vos y queiro tener todos tus bebes, te amo chauuuuuuuuu". Al otro día, tendrás un intenso deseo de mudarse de planeta.
Liberarnos demasiado
Con tres o cuatro copas encima, una puede llegar a pensar que algunas ideas malas en realidad son buenas. Que bailar sin ropa sobre el parlante de un boliche heavy metal es fresco y ocurrente, que hacer un striptease en una fiesta del trabajo es un derroche de sensualidad. El problema viene al otro día, cuando descubrimos un tatuaje tipo "Me la como doblada" o tenemos que volver a la oficina y saludar a todos los que nos vieron sin bombacha bailando temas de Horcas.
Ponernos emocionales
Tipos de borracheras emocionales: la llorona, la cariñosa, la chistosa y la enojada.
A la llorona, por ejemplo, el alcohol la pone melancólica y plañidera. Se acuerda de cuando se murió su hámster Pinki y se pone a llorar como una nena de 4 años.
La cariñosa, en cambio, necesita abrazar y cargosear a todo el mundo "Amiogooo, quero deijir qeu te queiro mucho y ol que pasado pasado, lo imporotante es aimistad de acá (se golpea el pecho), te quero mucho uuuuucho".
También está la graciosa, que repite el mismo comentario tonto como un disco rayado: "¿Vearon la peulca del ombre ashá? Che, ¿veraron al peuluca del ojmbre ash?, ¿vearion al peluco el ombr ese questashá?".
Y, finalmente, está la enojada, que no llora, ni se tira al piso, pero se pone agresiva con el barman porque ya no le sirve más y con el novio porque, según ella, miró a otra tipa.
Tener sexo con alguien, prohibidísimo
Nadie está exento de pecado. Podemos sentir el deseo irrefrenable de acostarnos con el novio/padre/hermana/madre/caniche de una amiga o podemos enamorarnos de nuestro jefe. A veces, las consecuencias son buenas (he conocido parejas de años formadas durante un pedo) o malísimas "¿Por qué tu vieja me mira feo? ¿Por qué vino la policía?"
Arruinar la salida
Vomitar arrodillada en el baño de un boliche o en el auto de tu jefe, perder la cartera, quedarse dormido en cualquier parte, romperse los dientes contra el piso (o contra un puño), o decir cosas de las que no hay retorno son cosas que pueden resultar divertidas diez años después, transformadas en anécdota. A nadie le gusta sostenerle el pelo a una amiga mientras vomita o tener que llamar a tu suegro desde la sala de urgencias de un Hospital, para contarle que la hija está en coma etílico.