(Tardía) Declaración de Principios

Siempre fuí El Mostro.
Si bien nací en Kapurthala, me crié en Quilmes, nuestra Macondo.
El 24 de diciembre de 1965, a las 23:58, descubrí que Papá Noel no existía. Imbuido de un precoz espíritu científico, razoné y dudujé que posiblemente lo mismo ocurría con los Reyes Magos. Aguardé pacientemente hasta el 6 de enero siguiente, y pude poner a prueba mi teoría. Ese día decidí que:
  • Papá Noel, los Reyes Magos y seguramente Dios no existían,
  • Los adultos mienten, a pesar de predicar lo contrario.
A partir de ese momento, tomé como una cruzada personal, someter a prueba cada aseveración, cada dogma. Esta actitud me traería imnumerables problemas a lo largo de mi vida, comenzando con la expulsión del jardín de infantes Nuestra Señora de Fátima, bajo las acusaciones (totalmente fundadas) de "ateísmo virulento y carácter iconoclasta". Mi pobre madre trató de disfrazar mi alejamiento de único parvulario existente diciendo que mi inteligencia precoz hacía que me aburriera.
Hasta el momento de comenzar mi educación formal, me dedique a absorver todo el conocimiento que podía encontrar en los libros, especialmente el "Lo sé todo", "Tecnirama", diccionarios y otros, algunos de ellos cedidos gentilmente por mi madrina Amelia, la única que intuyó que era una esponja mental, además de un hinchapelotas. Amelia pensó que no era conveniente que leyera a John Willian Cooke, Hegel, Marcuse, Bradbury o Lovecraft a los seis años, así que me facilitó diversos textos de Verne, London, Salgari y otros por el estilo, además de darme clases particulares.
Mi educación informal se completó con "Los tres chiflados", "Dimensión Desconocida", "Un paso al más allá", TOS, marionetas de Anderson, películas clase B de "Cine de superacción de los Sábados" y otros eventos televisivos, además de las experiencias de vida recibidas al integrar la hinchada del Quilmes Atletic Club.
Al comenzar la escuela primaria, leía y escribía perfectamente, además de manejar de forma elemental las 4 operaciones matemáticas básicas. Ello ocasionó, ahora sí, que me aburriera. Unido esto a mi condición de
antidogmatario, hizo del "rincón" del aula, un lugar muy frecuentado.
Demás está decir que aprendí que algunas docentes no sabian un carajo, y pude manipularlas, sobre todo en Historia, Geografía y Lectura.

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